Este castro, excavado en los años 80, fue declarado Bien de Interés Cultural en 1994. Se encuentra a 3 kilómetros de Lubián, sobre un promontorio muy escarpado, originado a modo de meandro por el río Tuela, que proporcionaba una importante defensa natural. Los restos de cerámica hallados en su interior han permitido datar el mismo entre los siglos IV y III a. C., en la Primera Edad del Hierro, época en que alcanzó su mayor población.
Este poblado, que según parece no llegó a ser romanizado, se erige en un pronunciado espigón, con un fuerte desnivel hacia el río, lo que le confiere una ubicación extraña dentro de la arquitectura castreña, contrapuesta a los altozanos o cerros con amplio dominio visual y difícil defensa. Esta circunstancia es la que obliga a que su sistema de defensa sea más complejo que el de otros asentamientos similares. De ahí que, por el lado este, menos resguardado, la fortificación se reforzara con dos potentes recintos amurallados, dobles fosos y campos de piedras hincadas, clavadas en la tierra de forma desordenada y semiocultas por la vegetación, con el fin de dificultar el paso de las caballerías enemigas.
Tras el terreno con piedras hincadas, existen dos fosos paralelos de dos o tres metros de anchura y una muralla exterior de grandes bloques de granito. Esta consta en algunos puntos de 4 metros de altura, aunque se encuentra en muy mal estado de conservación. Atravesándola, se vuelve a repetir el sistema defensivo anteponiendo esta vez los dos fosos, de unos doce metros de ancho cada uno. Una segunda muralla protege el recinto interno, destinado a vivienda, de forma circular y unos veinticinco metros de diámetro. Las viviendas del interior, colocadas de forma ordenada aprovechando al máximo el espacio disponible, eran de mampostería y forma rectangular, aunque con las esquinas redondeadas. Posee así, dos zonas: intramuros y extramuros. La primera dedicada al cobijo de viviendas, resguardo del ganado y actividades de la propia población. Y la segunda destinada a caza, pesca, pastos, explotaciones mineras y demás actividades productivas.
Actualmente se pueden visitar las ruinas de las murallas, los fosos y las piedras hincadas, así como algunos de los restos de muros de las viviendas, donde se han encontrado restos de cerámica y herramientas de metal y piedra. Todo ello hace sospechar que el castro fue abandonado y no arrasado como otros casos conocidos.
En un lugar cercano, está El Castrillón, dónde, según Gómez Moreno, se halló una cámara pequeña abovedada, dentro de la cual se encontraron cerámicas rojas, pedazos de tégulas, piedras de molino y una olla de barro amarillo, llena de cenizas entre las que se extrajo un arete dorado y una moneda de cobre grande, al parecer romanos. No lejos de estos vestigios, en el muro de cerramiento del cementerio viejo de la Iglesia, donde ya no se realizan enterramientos, se puede observar un ara romana. Y también existen varios miliarios, reutilizados en las barandas de escaleras de algunas casas.