Las fiestas patronales se celebran los días 15 y 16 de agosto, en honor a Nuestra Señora de la Asunción y a San Roque. Durante estas, se realizan verbenas populares, degustaciones gastronómicas, actividades deportivas, juegos tradicionales, y por supuesto, varias misas y procesiones dedicadas a la Virgen y al Santo. Estas fiestas concentran a un gran número de gentes, que vuelven al municipio de sus padres y abuelos para celebrar en familia y como antaño las costumbres de Hermisende.
En el mes de agosto también, se celebra una Carrera Popular, en la que se dan cita más de un centenar de personas, entre corredores y andarines, para realizar los 9 km. del recorrido. Todos los participantes reciben un obsequio por su inscripción y, al finalizar la competición, disfrutan degustando las ricas empanadas del lugar.
Otras de las fiestas que reúnen a todos los vecinos son: la del Sagrado Corazón de Jesús, que se celebra una semana después del Corpus Christi, y el Reinado, una obisparra realizada el cinco de enero, en la que, desafiando al frío, todos los vecinos salen a las calles a recibir al Rey, al Virrey y al Conde. Tras una comida de confraternidad, los hombres del pueblo comienzan a recorrer las calles, encabezados por el Rey, que es el encargado de llevar una bandera trabajada con pañuelos de seda y coronada por una manzana con monedas incrustadas. El Virrey siempre va a la derecha de la máxima autoridad y será quien desempeñe el próximo año la función real. Los tres se diferencia por las bandas que cruzan en el torso.
Los más veteranos de la fiesta cantan los Reyes, aleccionado a los más jóvenes, quienes deberán aprender el repertorio tradicional. La estrofa comienza "del Oriente vienen tres reyes, todos tres en compañía, a adorar al Niño Dios, que en Belén nacido había…". La comitiva, al son de la charanga, sigue hasta la puerta de la iglesia para asistir a la misa del día de Reyes, donde los fieles cumplen con la tradición de adorar la imagen del Niño. Como los Magos de Oriente, los Reyes siguen su camino recaudando el aguinaldo de los vecinos que viven en el pueblo y recibiendo de ellos chorizos, huevos y billetes.
Antiguamente, según recuerdan los vecinos, eran unas fiestas espectaculares, ya que los componentes de esta peculiar realeza desfilaban a caballo, por las calles adornadas de alfombras y telas, y ataviados con collares de frutas y colores variopintos. Esta longeva tradición se ha celebrado ininterrumpidamente desde que tienen memoria los más mayores, con la sola excepción de los años de luto por el fallecimiento de alguna persona del pueblo.
Pero, sin duda, en Hermisende destaca la fiesta del Magosto, en la que participan también sus pedanías. Esta, de origen celta, celebraba el año nuevo y la recogida de las cosechas, dando la posibilidad a difuntos y brujas de hacer una visita a los mortales, siendo recibidos con bailes, música y grandes hogueras. Con el paso del cristianismo se convirtió en el Día de Todos los Santos, que hoy celebramos. En el pueblo, cada 1 de noviembre, se organizan una Feria Agroalimentaria y de Artesanía y se realizan actividades lúdicas para los más pequeños, exhibiciones de folclore tradicional, concursos y exposiciones dedicadas a la castaña y verbenas que se prolongan hasta altas horas de la madrugada. Con esta fiesta la castaña recupera la importancia que el maíz y la patata le fueron arrebatando en los últimos siglos.
En cuanto a sus tradiciones, Hermisende sigue manteniendo vivas algunas de ellas, como la matanza del cerdo, a partir del 11 de noviembre. Esta era uno de los grandes acontecimientos en las tierras de Castilla y León, ya que reunía a toda la familia y solía durar dos o tres días. Durante esos días todos los familiares y vecinos ayudan en las labores y comen productos de la matanza. Estas labores consisten en matar al cerdo, desangrarlo, chamuscarlo, abrirlo en canal y destazarlo para, posteriormente, hacer adobos, chorizos, morcillas, hojas de tocino, jamones, paletillas, lomos etc.
Tampoco hay que olvidar otras manifestaciones del patrimonio inmaterial de la zona, como son las historias de contrabando. Y es que, en tiempos remotos, los lugareños más arriesgados vieron en la proximidad con Portugal la solución para paliar las necesidades de los años de postguerra en los que escaseaba todo. De ahí que hayan dejado un reguero de historias y aventuras, donde se cuenta cómo, en noches de correrías, burlando a los guardias por los montes, los sanabreses volvían a sus casas cargados de café, tabaco, toallas, sábanas, harina, pan, legumbres… Siempre pendientes de no tropezar con sus vigilantes. El paso del tiempo, el aumento del nivel de vida en la comarca y el fin de las fronteras han transformado los caminos del contrabando en rutas de senderismo para disfrutar de la naturaleza. No obstante, aún se siguen contando estas historias, contribuyendo así a su mantenimiento.