La aldea de Padornelo se encuentra entre montañas y laderas que se tiñen de preciosos colores, según la época del año. En invierno, sus casas y tierras quedan sumergidas bajo el blanco manto de la nieve, mientras que, en otoño y primavera, sus campos resplandecen con los diferentes tonos de las hojas y las flores.
Al estar situado en una zona de alta montaña, entre la Sierra de la Gamoneda y la Sierra Segundera, el pueblo no posee las condiciones climáticas regulares de la provincia zamorana. De hecho, Padornelo tiene un microclima propio, con inviernos fríos, aunque más benignos que los de otras zonas de la provincia, por encontrarse en la solana del valle; y con un verano muy corto, pero de agradables temperaturas.
Sus alrededores esconden lugares mágicos, de una frescura y belleza que pocas veces se pueden ver. Algunos de ellos, quedan bañados por las cristalinas aguas de los ríos Leira y Castro. Multitud de praderas, bosques, valles glaciares y riberas, que se encuentran entre las lindes de dos Lugares de Importancia Comunitaria (LIC), incluidos en la Red Natura 2000, las denominadas Riberas del Río Tera y afluentes y Riberas del Río Tuela y afluentes, espacios naturales de especial relevancia por su riqueza de flora y fauna.
En cuanto a la flora del municipio, el roble es una de sus señas de identidad, aunque también cede espacios a otras especies, como el carrasco, el nogal, el abedul o la vegetación de ribera (alisos, sauces, fresnos...). Pero, además de toda esta variedad arbórea, son abundantes los manzanos; así como varias especies de matorrales, que sorprenden por su multitud de propiedades y aplicaciones, tanto medicinales como culinarias, ya que sirven para aromatizar aguardientes y para especiar guisos y embutidos; de setas y hongos, tanto comestibles como venenosos; de líquenes y musgos, que visten de plateado y verde las ramas y cortezas de nuestros árboles y piedras; y de plantas curativas, como la genciana, que abunda en el paraje de Os Cimarallos.
Entre tanta vegetación no es extraño encontrar una fauna variadísima. De hecho, en los bosques del municipio aún podemos ver zorros, ardillas, jabalíes, erizos, comadrejas, tejones, nutrias, gatos y cabras monteses. No obstante, tres son los señores de estas tierras: la trucha, reina de los ríos; el corzo, príncipe de los bosques y el soberano de la montaña sanabresa: el lobo ibérico, temido y admirado a la vez. Pero no solo destacan los mamíferos, también son importantes las aves, que nos observan desde lo alto, de entre las que destacan el halcón, el gavilán, el azor, el cernícalo, la abubilla, el cuco, la tórtola, la paloma torcaz, el pechiazul y, también, perdices, herrerillos, petirrojos, ruiseñores y mirlos.
Sus fuentes de las que brota un agua excelente, sus altas montañas, sus bosques y ríos, sus gentes amables y deseosas de recibir al forastero, su aroma a vida y su aire puro y esa sensación de libertad que emana de la naturaleza, nos invitan a disfrutar de este hermoso pueblo, el paraje adecuado para perderse y encontrarse con uno mismo.