Esta imagen estaba empotrada en el frontispicio de una casa, situada junto a la iglesia, recientemente derruida, debido al avanzado estado de deterioro que mostraba.
El santo se dispone sobre una pequeña peana, que lleva inscrito en el frente el nombre de San Cipriano. La escultura está formada por dos piezas: cuerpo y peana por un lado y cabeza por otro. Muestra un trabajo escultórico muy sintético, que le da un aspecto algo tosco. De carácter hierático, se dispone de forma frontal, en una posición de excesiva rigidez. Viste de pontifical, ya que San Cipriano fue obispo de Cartago, con alba, mitra y capa pluvial, recogida en el pecho mediante broche. Los pliegues están tallados de forma muy ingenua, no presentan profundidad ni claroscuro; están tallados de forma paralela y no dejan mostrar la anatomía. Los brazos aparecen seccionados, con restos de haber portado algún objeto en su mano izquierda, posiblemente un báculo. Sobre el frente cuelga un escapulario, con una cruz en aspa. El rostro es de rasgos aún más sencillos.
Sin duda se trata de la interpretación popular de la imagen del santo que preside la fachada de la iglesia. Mientras que el santo del templo muestra con claridad la vestimenta de pontifical, en esta talla se intuye. No obstante, refleja la misma posición frontal, hierática, imitando las vestiduras y el tocado, así como, posiblemente, la disposición de los brazos hoy perdidos. Así mismo, lo que parece un escapulario en el santo popular, en realidad se trata de una simplificación del palio del obispo.
No existe ningún dato documental que nos indique su fecha de realización, así como ningún tipo de inscripción. En cuanto a los rasgos estilísticos, el deterioro causado por el paso del tiempo con la consiguiente erosión de la imagen, además del carácter popular de la misma, impide asociarla a un periodo artístico concreto.
Según la tradición local, a esta imagen se la conocía como el San Cipriano de la cabeza rota, ya que, en aquellos tiempos, gobernaba el pueblo un alcalde muy bruto que todo lo resolvía a golpes. Cuando hicieron la casa que ocupa el santo, a este no le gustó y se marchó. Pasados unos días el santo patrón fue visto por unos pastores que, al regresar al pueblo, comunicaron al alcalde que habían visto al santo. Todo el pueblo salió presto a buscarlo y, cuando lo hallaron, el alcalde le asestó un garrotazo y le separó la cabeza del cuerpo.