El casco urbano de Porto, de calles apretadas para defenderse del invierno, conserva gran parte de la arquitectura típica de las zonas de alta montaña. La silueta de las casas, enmarcada por las cumbres cercanas que parecen proteger al pueblo, está perfectamente integrada con el entorno natural. Es una arquitectura marcada por los materiales disponibles –piedra, pizarra y madera-, la orografía de montaña y el áspero clima.
La primitiva casa es una construcción de una única planta rectangular, en la que se encuentran la vivienda familiar y la cuadra, de pequeñas dimensiones. A medida que las necesidades familiares crecen, se van adosando nuevas construcciones en torno al corral. Posee escasas y pequeñas ventanas en sus paredes, de piedra y cubiertas con louxas de pizarra. Durante largo tiempo, se repudió esta arquitectura popular e incluso la piedra se ocultaba tras cal o pintura. Afortunadamente, de un tiempo a esta parte se está produciendo una recuperación del aspecto tradicional y las nuevas construcciones se mantienen acordes a la piedra, madera y pizarra de antaño.
La necesidad de ampliar la vivienda origina una casa con dos plantas, introduciendo nuevos elementos como la escalera, de madera o piedra, ubicada en el exterior para que no ocupe parte del espacio interior, y los corredores, donde desemboca esta, presentes siempre en la parte más soleada, sostenidos por canecillos, cerrados, semiabiertos o abiertos y utilizados como secadero de legumbres o ropa, almacén de productos o leñera. La planta inferior solía estar destinada al ganado y la superior a la vivienda como tal. En el interior, la vida se organizaba en torno a la cocina y el hogar. Junto a él se situaban los utensilios de cocina, bancos donde sentarse, una mesa y un arca que servía de panera y despensa. Robustez y fortaleza muestran estas construcciones contra los rigores del invierno.
Algunas de estas casas conservan, además, hornos particulares adosados al muro exterior y accesibles desde el interior de la vivienda para no tener que salir fuera en días en los que el temporal no perdona. Algunos están datados de la Edad Media.
De gran importancia para la vida rural eran las construcciones comunales, desde molinos, fraguas, fuentes, puentes, chozos de pastores, presas, etc. Todos ellos los podemos encontrar en Porto, en mayor o menor medida, pero siempre realizados con los materiales típicos de la zona.
- Molinos harineros: Porto posee tres molinos hidráulicos pertenecientes a los vecinos del lugar, quienes compartían la propiedad y se repartían los turnos de molienda desde el inicio de las lluvias hasta el inicio de la primavera. Estos, restaurados hace no mucho, son de pequeñas dimensiones, planta rectangular, muros de piedra apenas labrada, pocas ventanas y cubierta de pizarra. Poseían una sola muela construida en granito.
Se encuentran apartados del pueblo, en zonas donde el caudal del río no era excesivo, aunque algunos contaban con un canal regulador de agua. En 1936 en uno de los molinos se le colocó una dínamo que comunicó por radio al municipio con el resto del país. Aún pueden funcionar, con las corrientes de un arroyo que se precipita raudo, ladera abajo, ya que siguen conservando la maquinaria utilizada para esta actividad.
Otros molinos, o sus ruinas, existen sobre el río Bibey, en el paraje de La Freita.
- Fragua: esta fragua se utilizaba para forjar el hierro y así obtener productos, como aperos de labranza, rejas de arado, pipas, cerraduras, llaves, etc. Ha sido recientemente restaurada y aún conserva varios elementos: la fornalla, el fuelle de piel, el yunque, bancos de madera.
- Fuentes: varias son las que posee el municipio, aunque destacan la Fuente la Cal, de 1978, con caño y dos pilones, y otra, con curiosa decoración, que se asemeja a una portada. Contiene dos animales rampantes que sostienen una cruz central; en la parte inferior, una cara por la que sale el agua, enmarcada por varias espirales.
- Ponte Vella: fuera del casco urbano, aunque cerca de este, se halla este puente, magnífica obra, probablemente medieval, que salva el curso del río con un solo arco levemente agudo.
- Restos de tiempos pasados: en un paraje que se encuentra en el camino hasta Las Macanadas, se pueden hallar fragmentos de cerámica, probablemente, vestigios de algún horno de alfarería, activo en época indeterminada. También, oculto por las aguas del embalse de San Sebastián, está la palafurada, una especie de dolmen, bajo el cual afirman que pasaba el ganado. Por último, subiendo a lo alto de la sierra, vemos varias pedrizolas, piedras hincadas a modo de hitos, que servían para que los pastores se orientaran por el bosque.