Esta iglesia fue construida en el siglo XVI y consta de una sola nave que se abre por medio de arco triunfal a una capilla mayor cuadrada. Está realizada en sillarejo, mampuesto y ladrillo, usando este último principalmente en la cabecera, en la delimitación de los vanos y en zonas de los contrafuertes; y dejando la sillería para la torre y como refuerzo de sus muros. Destaca esa gran torre rectangular situada a los pies, de tres cuerpos, cobijando el superior las campanas. Además, consta de cubierta a dos aguas y un pórtico en su lado sur, con cuatro arcos de medio punto, sustentados por columnas sencillas.
El interior es muy sobrio y fue reformado en siglos posteriores. La nave posee cubierta plana de madera, decorada con formas geométricas, mientras que la capilla mayor se cubre con una cúpula sostenida por pechinas. Los muros interiores de la iglesia están encalados y en la cabecera mezclan colores blancos y amarillos.
Varios son los retablos que cobija, algunos procedentes de San Juan, aunque, sin duda, destaca el del altar mayor, de estilo barroco y presidido por las imágenes de San Miguel y de la Virgen del Tobar. Importantes son también una talla de madera policromada, del siglo XVI, de la imagen de Santa Ana y los restos del monumental sagrario, con relieves de la Resurrección de Cristo, fechados en 1605. Entre otras riquezas, hallamos pinturas de hacia 1750 y una talla de San Juan.
Pero, sin duda, lo que más destaca de esta iglesia es la talla románica de Nuestra Señora del Tobar. La pieza, del siglo XII, fue descubierta dentro de una imagen de bastidor del siglo XVIII, en la década de 1960, cuando esta fue enviada a restaurar a Valladolid. En las labores previas de la restauración, surgió de sus entrañas la vieja talla, envuelta en gasas y pegada con yeso a las tablas de la imagen barroca, de ahí que se la conozca como la virgen de las dos caras.
Se trata de una pequeña escultura, realizada en madera policromada, que representa la Virgen con el Niño, sentada sobre un banco sin respaldo. María está ataviada con una túnica lisa que cae hasta los pies, bajo la que asoma el típico calzado puntiagudo. Encima, porta un manto recogido con un broche circular. Cubre su cabeza con un velo, ceñido por una corona de nueva factura. Con la mano derecha sostiene una bola y con la izquierda sujeta al Niño, que aparece sentado sobre su regazo. Este viste la misma indumentaria que María, bendice con la mano diestra y con la otra sostiene un libro abierto. Prevalece el sentido hierático de las figuras, la frontalidad y la simetría característica del periodo románico.