La Dehesa de Valdemimbre está situada en la vasta meseta castellana. A sus pies, se extienden hermosas llanuras ideales para el cultivo de cereales y legumbres y, especialmente, para los viñedos. En sus praderas y pastizales, el ganado ha encontrado siempre cobijo y sustento.
Junto a una vieja senda, en la base de una ladera rocosa, destaca la Piedra de los Marineros, un gran bloque de arenisca, de forma prismática, que se desprendió de los cantiles superiores. La curiosidad de esta piedra radica en la afirmación que asegura que, acercando la oreja a la superficie, se escucha el ruido del mar e, incluso, que se pueden ver las estrellas. Todo es un engaño, pues a quien hace caso del embuste, le dan un empujón contra la roca.
Bañada por el Regato de la Dehesa, su entorno cuenta con extensos bosques de pinos y encinas, que albergan en su interior una gran diversidad de animales, entre los que destacan los conejos, los zorros, los jabalíes y las ardillas, entre otros. También posee aves, de una amplia variedad de especies, tanto insectívoras, que encuentran su alimento entre los troncos y arbustos del sotobosque, el herrerillo capuchino o el carbonero común, como rapaces: el cernícalo, el azor o la lechuza, entre otras.
Además, dispone de un gran número de fuentes y varios arroyos más, donde dedicarse a la pesca de pequeños peces y cangrejos. Un poco más alejado de la localidad, pero a pocos minutos de la misma, podemos disfrutar del entorno del Duero, con su exuberante vegetación y fauna.
En sus llanuras es posible no solo disfrutar de unos paisajes preciosos, plagados de olores y colores dispares, sino también recrearse con una gran variedad de actividades, como el senderismo, la micología, especialmente en otoño, y el ciclismo.