La Iglesia de San Mamés rivaliza en interés con el santuario de la Virgen de la Tuiza. El templo está ubicado en pleno Camino de Santiago y data de finales del siglo XVIII, respondiendo a los cánones del barroco más puro, de claras influencias gallegas y portuguesas.
Desprovisto de toda ornamentación, salvo en la fachada principal, combina la sobriedad del material utilizado en su fábrica con la elegancia de sus líneas. Presenta planta basilical, con una sola nave, cabecera recta y sacristía adosada a esta; todo ello construido con sillares de granito bien escuadrados, en fachada y esquinas, y mampostería.
De dimensiones no muy grandes, sobresale su torre, por su altura y riqueza ornamental. Situada a los pies del templo, contiene la fachada principal, dividida en tres calles por sendas pilastras cajeadas y rematadas por un friso liso y cornisa de doble moldura acodada. Estas acogen una hornacina con una escultura de San Mamés, titular del tiempo. Sobre la cornisa, aparece el cuerpo de campanas con un vano de medio punto en cada lado, protegido por una balaustrada corintia. Se remata con una cúpula y una linterna lisas. El alzado norte presenta una puerta adintelada, bajo un pequeño porche sostenido por dos columnas sencillas, mientras que en los lados sur y oeste encontramos puertas con arcos de medio punto.
En su interior, cubierto por bóveda de cañón en el presbiterio y artesonado de madera en la nave, destaca su retablo neoclásico, realizado en piedra. Este es una obra sencilla, de dos cuerpos y tres calles, en los que reposan las figuras del Crucificado, la Inmaculada, San Antonio y San Mamés, entre otras.