Calle FermoselleLo primero que llama la atención al visitante es el típicamente medieval entramado urbano que Fermoselle ha sabido conservar, acomodándose el caserío a la granítica ladera coronada en su punto más alto por su hoy ruinoso castillo.

Sus callejas, estrechas y empinadas, trepan por la ladera hasta acabar desembocando en el punto neurálgico de la misma: la Plaza Mayor, donde se ubican su Ayuntamiento y la iglesia parroquial.

 Edificaciones construidas con un marcado carácter popular. Se han levantado en armonía con su paisaje, con roca y sobre roca granítica que es casi imposible de horadar. Llama la atención el nombre de algunas de ellas, como el Guapo, la Amargura, el Portal o las Tenerías, enlazadas en una formación sinuosa, que se juntan en la Calle Requejo, la que fuera corazón comercial de la villa. Esta vía, que cruza longitudinalmente el caserío va entrelazando las distintas plazas: la Fontanica, donde los habitantes iban a por agua, la plaza del Cabildo, junto a la iglesia y finalmente Plaza Nueva o la plaza del Ayuntamiento, centro neurálgico de la villa y lugar de celebración de todos sus grandes acontecimientos, como son sus conocidas corridas de toros. Las calles de la Nogal y el Montón de Tierra, con sus fuertes pendientes y su empedrado típico en continuidad con las fachadas de las casas, son algunos de los rincones más característicos de Fermoselle. Bajo la superficie, la villa está repleta de bodegas privadas, muchas de ellas ya en desuso, que recuerdan/representan la importancia del vino.

En ellas, los arcos de medio punto dejan paso a un entramado laberíntico de bodegas que fueron excavadas con esmero por casi todo el subsuelo de la villa. Es especialmente singular el aprovechamiento que se hace de los materiales rocosos. El granito, que aflora en cualquier parte, es empleado en cimientos y cierres. Varias iglesias y construcciones religiosas se dispersan por el pueblo, emergiendo sobre las ondulaciones del terreno, como la iglesia de Santa Colomba en el barrio del mismo nombre que durante años estuvo completamente separado de la villa antigua, la ermita de la Soledad, rica en detalles arquitectónicos, San Albin, y la Cruz, quizá un santuario precristiano; o la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Por último, presidiendo todo el conjunto, está el castillo que llaman de Doña Urraca, del que se conservan escasos restos de la torre del homenaje y de algunas dependencias.

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