Sobre un promontorio, en el paraje donde estaba asentada la ermita de San Pelayo, se encuentra uno de los santuarios rupestres más importantes del noroeste peninsular, según los especialistas. Fue dado a conocer por Benito del Rey y Grande del Brío y en él se observan numerosas zonas excavadas en la roca (pilas, cenotes, cubetas y cazoletas), que han sido interpretadas como lugares de culto.
La principal zona de este complejo se encuentra en su parte más oriental y se trata de una cubeta de grandes dimensiones, con dos pequeños canales. El motivo de estas marcas parece estar en algún tipo de ritual relacionado con el agua. Junto a estos vestigios se observa una fosa antropomorfa excavada en la roca madre, que probablemente sirvió como tumba, además de otras marcas sobre la peña que atestiguan la importancia de este lugar. Asimismo, parece ser que todo el conjunto se encontraba protegido por una pequeña muralla perimetral, porque en algunas zonas se observan diversos terraplenes que podrían estar relacionados con la existencia de una muralla.
El lugar donde está situado este santuario destaca por su singular belleza, ya que está considerado como del inicio natural de los Arribes del Duero y sus vistas al río son impresionantes. Precisamente, desde lo alto del promontorio, se divisan las últimas llanuras del Duero y cómo este se adentra en plenos Arribes para continuar así su camino hacia el vecino Portugal. Justo en frente del promontorio, se encuentra el famoso salto zamorano de El Porvenir, central hidroeléctrica inaugurada en 1902, siendo una de las dos primeras centrales en España en producir energía.
La zona, por su significado y belleza, ha sido lugar de culto para diferentes culturas y, también, de gran importancia para los ganaderos de la zona, que aprovechaban sus laderas para el pasto de sus ganados. Por esto, además de los restos históricos y los paisajes, hay que admirar también los múltiples cercados y casetas de pastores repartidos por la zona, algunos de los cuales seguramente se hayan construido con piedras de la ermita de San Pelayo.
Esta última, de planta rectangular, construida en el siglo XV y de la que solamente se conserva una parte, estuvo bajo la advocación de San Gregorio Nacianceno y ha estado íntimamente ligada al pueblo a lo largo de la historia, pues era el lugar a donde se acudía de romería cada 9 de mayo. Tras su destrucción, se dejó de ir en romería, aunque, en la actualidad, se ha vuelto a retomar con motivo de las fiestas patronales, perpetuando así la tradición.