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El municipio de Pereña de la Ribera se encuentra al noroeste de la provincia de Salamanca, a unos 90 kilómetros de su capital, en la comarca de La Ribera. Es uno de los lugares más significativos de la misma, tanto por su arquitectura popular, como por el increíble paisaje que lo rodea. Las gentes de la zona lo denominan El Balcón de las Arribes, ya que su localización estratégica, en lo alto de un cerro, le permite asomarse tanto al Duero, encajonado entre los peñascales que ha ido horadando en el declinar de los siglos, como a su Parque Natural.
Su etimología es desconocida, aunque algunos especialistas aseguran que su topónimo proviene del latín “Pero”, al que se le añadiría el sufijo “-eña” para hacer referencia al Lugar de Pedro. Otras teorías basan su origen en el término “petrinea”, o lo que es lo mismo, hecha en piedra.
Este verdadero vergel, en el que el agua y un sinfín de verdes son los verdaderos protagonistas, está habitado por unos 380 habitantes, que dedican su tiempo a las tareas agrícolas y ganaderas. Son varias las explotaciones de ganado existentes, principalmente ovino y caprino, aunque también existen algunas de vacuno. El aprovechamiento de la oveja en Pereña es completo, ya que se aprecia mucho la carne de sus corderos y, sobre todo, su leche, con la que se hacen magníficos quesos, siempre a la manera tradicional.
La agricultura, antiguamente destinada al autoconsumo, se centra en las explotaciones de los bancales. Destacan los olivares y viñedos, de los que se obtiene excelente aceite y extraordinario vino, con Denominación de Origen propia, afrutado, pero con un toque mineral facilitado por el suelo de las terrazas. La producción de estos maravillosos caldos es, sin duda, otra de las actividades económicas del pueblo, siendo varias las bodegas que los realizan, preservando siempre la tradición. La elaboración casera, antiguamente muy habitual, como se puede comprobar por el gran número de ancestrales bodegas existentes, es cada vez más escasa, debido al envejecimiento acusado de la población.
Otro factor económico, más reciente y secundado por la declaración de la zona como Parque Natural, es el turismo, que ha propiciado la aparición de varios alojamientos rurales, acogedores espacios para el pleno descanso, donde podemos dejar volar nuestra imaginación, al tiempo que catamos algunos de los excelentes caldos macerados en el pueblo. Gracias a esas medidas para fomentar el turismo de la localidad, se está llevando a cabo la señalización de nuevas rutas de senderismo, la recuperación del patrimonio tradicional o la celebración de eventos que animen al visitante a venir.
Su situación de lejanía y aislamiento no ha sido inconveniente para una temprana presencia humana en la zona. Así parecen constatarlo las pinturas rupestres de Palla Rubia, restos prehistóricos de un Neolítico ya lejano. Desde entonces, estas tierras han estado pobladas. Significativa fue la presencia celta, siendo el pueblo vetón el que se instaló en las mismas, dejándonos una tradición ganadera que aún pervive en la arquitectura pastoril. Su presencia está atestiguada por los restos de un castro emplazado en Teso de la Ermita, del que hoy tan solo quedan algunas piedras de la muralla. Los romanos también habitaron la zona, ocupando el lugar del castro. Una de las pruebas más importantes de ello es la estela funeraria empotrada en las paredes de la Casa del Ermitaño, en la que se leen los nombres de dos difuntas: Placidina y Fausta. La historia de estas tierras durante los periodos visigodo y musulmán es incierta, no teniendo nociones precisas al respecto. No obstante, el periodo árabe se recuerda en algunos topónimos, como Almofea, Almerganales, Azafranal o Arrabal.
El nacimiento de Pereña en su ubicación actual se sitúa en torno a los siglos X y XI. Esta zona, considerada como tierra de nadie, fue repoblada por Fernando II, casi un siglo después de que Alfonso VI asegurara la línea del Tajo, tras la reconquista de Toledo en 1085. En 1262, Alfonso X el Sabio otorgó Perenna en señorío a su sobrino Don Martín Alfonso, régimen que, tras breves periodos de realengo, terminaría con la concesión de toda la Tierra de Ledesma a Don Beltrán de la Cueva, a quien pertenecería hasta la supresión del régimen señorial en el XIX. En 1692 Don Martín Cubilano, catedrático de la Universidad de Salamanca, fundó el seminario sito junto a la iglesia. Este aún conserva su fachada de sencillas formas, pero con la belleza de antaño.
Las guerras han marcado la historia del occidente salmantino, pero pocas fueron tan crueles como la de la Independencia, en la que también las gentes de Pereña lucharon por la libertad. El pertrecho pueblo supo levantarse durante el resto del siglo XIX, aumentando ostensiblemente su población. Con la creación de las actuales provincias en 1833, Pereña quedó integrada en la provincia de Salamanca, dentro de la Región Leonesa.