A finales del siglo XIX, empresarios de Inglaterra y Alemania se establecieron en el pueblo para sacar el estaño de las múltiples minas de origen romano que existían en el término. Para no tener que realizar diariamente los largos desplazamientos que requería el llegar hasta ellas, los trabajadores construyeron varias viviendas y barracones cerca, a la orilla del río, al lado de una cascada donde podían obtener el agua suficiente para sus trabajos y tareas cotidianas.
Las minas estuvieron funcionando varios años, a cargo estas empresas extranjeras que sacaban el mineral de estaño de los abundantes filones de cuarzo que había en el lugar. El yacimiento, así como el poblado, dieron vida a una zona extremadamente pobre, ya que muchos de los vecinos del pueblo se ganaban la vida atendiendo a los trabajadores. Sin embargo, esta situación de bonanza duró poco, pues en 1910 ya no había ninguna mina funcionando. Puede que las bajas temperaturas del lugar en el invierno provocaran la llamada peste del estaño, también conocida como lepra del estaño, en las que el mineral “enferma” y adquiere un color gris, aumentando de volumen y desmenuzándose, lo que lo convierte prácticamente en polvo.
A principios del siglo XX, los mineros dejaron las minas por falta de rentabilidad y el poblado fue abandonado. Eso no impidió que los vecinos del pueblo continuaran la explotación de las minas durante algunos años más por su cuenta, hasta que la falta total de recursos les obligó finalmente a desistir en su empeño de querer sacar de donde ya no había.
Lo que hoy puede verse del poblado no es mucho: las casas están en ruinas, sin techo, ni ventanas, ni puertas, y solo quedan algunas paredes y pilares que se levantan al cielo, como negándose a desaparecer. No obstante, destacan del mismo y sus cercanías, la gruta de Jorneras, las minas de La Teresa, donde se pueden ver también unos grandes lavaderos de estaño romanos, los pozos de Tramolayo, la Mina del Quiñón, las Cascadas de las Pilas, etc.
El poblado se localiza a 5 kilómetros de Almaraz de Duero, en un entorno único en el que durante miles de años el desgaste de las aguas sobre las rocas ha formado unos cañones prodigiosos, una zona de gran hermosura, con mucha riqueza y con algo mágico que ha atraído siempre a todo tipo de gentes y culturas.