Se ubica en el extremo nororiental del término municipal de Gallegos de Argañán. Como todos los castros de este tipo, la orografía accidentada del territorio hace que se encuentre estratégicamente ubicado desde el punto de vista defensivo. El cerro está limitado por el río Águeda, la ribera de Sexmiro y por un arroyo que riega a su vez el Águeda, dejando únicamente uno de sus flancos por defender artificialmente. A simple vista, se puede apreciar parte de la muralla que defendía a sus habitantes, realizada en mampostería en seco y con una puerta de entrada en esviaje de dos bastiones semicirculares desde donde se vigilaba el horizonte. Además de esto, como medidas defensivas, contaban con un foso y, por supuesto, como todos los castros vettones, con un campo de lajas hincadas (piedras afiladas, colocadas en vertical, que evitaban el avance de caballería hasta los pies de la muralla). Aquí vivieron varias familias durante la Edad de Hierro y durante el periodo romano. Agricultores, pero sobre todo ganaderos, sus antiguos pobladores nos dejaron testimonio de su culto a los animales en forma de dos estupendos verracos, uno de los cuales se expone en el Museo Provincial de Salamanca, encontrándose el otro en la casa de la Cultura de Ciudad Rodrigo.