En el extremo suroccidental de la provincia de Zamora, de cuya capital dista aproximadamente 65 kilómetros, se halla esta preciosa villa sayaguesa de Fermoselle, en un estratégico y dominante emplazamiento, quedando apenas a 5 kilómetros de los límites con Portugal. Cuenta con una población de unos 1200 habitantes y queda enmarcado entre los ríos Duero (al norte) y Tormes (al sur), que confluyen en el paraje de Las Dos Aguas o Ambasaguas.
El municipio tiene un marcado carácter fronterizo y es considerado por muchos como la capital de Arribes del Duero. Fermoselle ha sabido conservar su esencia monumental hasta el punto de ser justa acreedora de la declaración de Conjunto de Interés Histórico Artístico con que fue distinguida; lo que, unido a su situación como balcón privilegiado sobre los Arribes del Duero y del Tormes, convierten a la villa en una de las más turísticas y más atractivas de la provincia de Zamora. Se incluye como municipio integrante del Parque Natural de Arribes del Duero (2002) y la remodelación del Convento de San Francisco – datado en 1730 –, como Casa del Parque (2006). Además, pertenece a la Reserva de la Biosfera Transfronteriza, bautizada por la UNESCO en 2015, con el nombre de Meseta Ibérica.
La población se ubica sobre una elevación coronada por lo que queda de su castillo, quedando perfectamente integrado y casi mimetizado con el entorno de peñascos graníticos que la circundan. Esa posición dominante y las soberbias vistas que desde el propio casco urbano pueden admirarse tanto de Los Arribes del Duero como de la vecina Portugal, la han hecho merecedora del apelativo de "El Balcón del Duero".
Conocida por sus vinos, envejecidos en bodegas excavadas bajo las casas y por su ubicación estratégica desde la que se divisa el curso del Duero, pasear hasta lo alto del Castillo es hacer un viaje en el tiempo a un pueblo de hace décadas que ha sabido combinar la actividad turística con sus tradiciones. Habrá que aparcar a las afueras y pasear por sus calles empedradas que hará comprender la vinculación de sus habitantes con el vino, encontrando casas robustas, en granito con dos arcos de medio punto que indican la entrada a la bodega familiar, excavadas en la tierra y uniéndose unas bodegas con otras creando un auténtico laberinto subterráneo.
En el exterior hay que buscar el Arco, única puerta de la muralla en la calle de Requejo y que al atravesarla se entra en la parte más antigua del pueblo, buscando la iglesia parroquial de la Asunción, macizo edificio levantada entre los ss.XII-XIII con torre defensiva del XVI coronada por el campanario. En lo más alto, los restos del castillo de Doña Urraca dominan el conjunto, cercano a la Plaza Mayor siendo un perfecto mirador al Duero y a tierras portuguesas (razón de más para que se ubicara aquí). Después de que fuera refugio de comuneros que se levantaron contra Carlos I, y ganando el rey la contienda, fue destruido, quedando algunos restos de la muralla, de la torre del homenaje, el patio de armas y algunas dependencias. Si se quiere dedicar más tiempo a este municipio, existen hasta tres templos religiosos de entre los ss.XII y XVI y numerosos miradores en los alrededores indicados con paneles turísticos. Son obligatorias la calle del Nogal y la calle Montón de Tierra.
La economía del municipio se ha basado en la agricultura, favorecida por la productividad de los suelos desarrollados sobre pizarra y el microclima de los Arribes. Fermoselle está rodeado de bancales, necesarios para cultivar en las fuertes pendientes de la zona, y que caracterizan el paisaje agrícola. Destacan los campos de frutales, los olivos, y las vides.
Fermoselle, también llamado pueblo de las 1000 bodegas, cuenta con una gran tradición vinícola. Se cultiva en esta zona una variedad de uva autóctona, denominada localmente Juan García. Forma parte de la Denominación de Origen Arribes, y se incluyen bodegas como Bodega Almaroja, Bodega Cooperativa Virgen de la Bandera, Haciendas de España Wines Estates Hotels, Bodegas Ocellum Durii, Bodega Frontio y Bodegas Pastrana.
Hoy día, Fermoselle, además del vino y el olivo, está desarrollando una notable actividad en el sector del turismo, renglón de un futuro económico seguro y perdurable y hacia esa meta han desarrollado una diversidad de ofrecimientos de hospederías y de recreaciones turísticas asequibles económicamente a los diferentes niveles de explotación y al alcance de parte del turista consumidor.
Diversos hallazgos en la zona permiten identificar en lo que hoy es Fermoselle un primer enclave de origen castreño o prerromano posteriormente romanizado. Otros testimonios tanto documentales como arqueológicos han hecho que ciertos autores identifiquen la actual villa con la romana "Ocella", "Ocila" u "Ocellun Duri"; enclave estratégico comunicado con Zamora por medio de una calzada de la que han sido reconocidos algunos vestigios.
Ya en época medieval, Fermoselle junto a otras localidades del entorno sayagués aparece citada en 1165 dentro de la dote entregada por Fernando II de León a Urraca de Portugal con motivo de su boda. Sin embargo, pocos años después el matrimonio quedó anulado por el Papa al ser los contrayentes primos segundos y no haber obtenido la imprescindible dispensa, tras lo cual, la princesa Urraca eligió Fermoselle como lugar de retiro.
En 1205 el hijo de Fernando II y la repudiada Urraca, convertido ya en el rey Alfonso IX de León, cedió las tierras de Fermoselle al Obispado de Zamora, constituyéndose en torno a la villa un pequeño señorío que, poco después, en el año 1221, sería beneficiado con la extensión de la Carta-Fuero de Fermoselle, privilegio confirmado posteriormente por Fernando III el Santo en 1234 y por Alfonso X el Sabio en 1255.
Siglos después, en la decimosexta centuria Fermoselle jugaría un papel importante en la Guerra de las Comunidades, acogiendo tras la derrota en Villalar al Arzobispo Acuña. Por este motivo, una vez capturado el comunero, la villa fue castigada con la destrucción de su castillo y las murallas.